22/7/19

RADIOGRAFÍA INTERIOR DEL NARCISISTA

RADIOGRAFÍA INTERIOR DEL NARCISISTA

RADIOGRAFÍA INTERIOR DEL NARCISISTA

libresdelnarcisista.blogspot.com

El narcisista está atrapado en su propio universo mental. A pesar de ello, sigue el ritmo de la vida cotidiana. Aparentemente, como cualquiera de nosotros. El asunto es ¿cómo se desenvuelve en medio de la realidad y de sus exigencias? Todo está filtrado por los rasgos de su narcisismo patológico. Su trastorno invade todas las esferas de su existencia. Se planta cada mañana con la firme creencia de su superioridad sobre todo lo que respira, y no hay nada que pueda llevarlo mínimamente a cuestionar su credo. Imposible. Lo suyo es el atrincheramiento emocional, porque de otra forma el edificio se desmorona. Y así desde que se levanta hasta que se acuesta.

¿Si internamente está ausente y hueco, cómo vive? Para las apariencias. Para el espejo. No para cualquier espejo, sino únicamente para aquellos que reflejen lo que requiere para existir: una imagen inflada de su ego hiperbólico. Se hace amar, pero está inhabilitado para corresponder a ese sentimiento.  Es diestro simulando los signos del afecto. Miente constantemente. Necesita engañar para mantener la ilusión de "poder ilimitado" que se ha inventado en su mundo paralelo, para retener a los otros bajo su dominio, para defenderse de amenazas imaginarias porque lo suyo es la suspicacia paranoica.

No siente empatía por nadie. A su paso va dibujando verdaderos paisajes de desolación y sufrimiento en las personas que se relacionan con él. Él se alimenta de esta destrucción, y la disfruta. Carece de conciencia acerca de la moralidad de sus acciones, y no se siente responsable de las consecuencias de sus actos en las vidas ajenas. 

Devastar a otros, hacerles daño, es una forma más de su fantasía de "lo-puedo-todo". "Voy a destruirlos porque soy superior". Le cuesta aceptar, cuando inicia sus juegos de manipulación y maldad, que más allá del suministro narcisista que obtiene, hay gente en este mundo capaz de funcionar de otra manera. Personas con emociones reales, que disfrutan de la existencia tal cual es, y que no viven, como él, en un plató de cine. Seres humanos de carne y hueso, así de simple, y no actores que, según los decorados y las conveniencias, van inventando su propio guión.

El narcisista es un seductor nato, su ansia de reconocimiento no tiene límite. Tiene hambre de aplausos. Es un actor magistral hasta que su precario control de los impulsos y su impaciencia ante la frustración despiertan su ira y lo delatan. Vive en estado permanente de furia, la furia narcisista, que eclosiona cuando no es alabado, reconocido, atendido; cuando se siente criticado o ignorado.

El narcisista difícilmente acudirá, voluntariamente, a terapia, eso sería un atentado contra su patológica imagen. Además, está convencidísimo de que el problema lo tienen los otros. Él es perfecto.

Constantemente identifica lo que está en su mente con la realidad, por eso considera que su víctima es merecedora de todo el daño que sufre, aunque ello no tenga ningún asidero en el mundo de los hechos, el mundo real. Es más, tiene la convicción profunda que se está defendiendo de su odio. Ella es culpable y él se siente con derecho a castigarla. Ella se lo ha buscado. Además, la envidia patológica lo tortura. Es una vocecita que lo corroe por dentro. Para calmar su tormento, para aliviarse, destruirá todo lo que pueda a esa persona que le hace sentir inferior.

Lo más que sobrecoge es su vacío y ceguera emocional: no siente lo que los otros sienten, sólo es capaz de figurárselo en su cabeza. Una y otra vez la víctima lo olvida, ¡es tan natural para ella la empatía!, y vuelve a hablarle de su tristeza o de su soledad. Es inútil. Es como explicarle a un ciego el color amarillo. Igual. 

¿Qué le duele al narcisista? Todo lo positivo que la víctima pueda tener y que él no tiene. Nunca se siente satisfecho consigo mismo. Él tiene que ser más, y más, estar por encima. Siempre. Sin defectos, sin fallo alguno. Odia las virtudes de ese otro al que maltrata, son un reproche que le recuerdan que otros seres humanos tienen atributos de los que él carece. Que ese ser perfecto que él se imagina que es, no existe.

Odia tropezarse con la vulnerabilidad de los demás, le resulta patético. Le duele que las personas vayan construyendo su vida poco a poco, que caminen basadas en la experiencia de lo real, en la humildad del amor y que logren vivir satisfechas y con sentido. Odia a los que percibe conscientes de su propia fragilidad, y que sin embargo gozan de una plenitud que no alcanza a saborear. Es una bofetada a su superioridad.

 Le duele que otros sean felices, así de claro, ¿cómo se atreven a insultarlo de esa manera?, que no se la pasen todo el día rumiando su amargura o su rabia. Aunque él ande repartiendo flores y sonrisas, interiormente está roto, lleno de agujeros. Como un colador. Por más suministro narcisista que consuma, vuelve a vaciarse enseguida. Es incapaz de retener nada. Nos espantaría saber todas las veces que durante el día tiene que pinchar, provocar, manipular, halagar, ofender, herir, engañar, para obtener unas migajas de atención emocional, y no sucumbir psicológicamente. Siempre está al borde del precipicio.

Finalmente, le hiere intensamente que alguien le cuestione, ¿con qué derecho un ser inferior hace eso? Odia que le recuerden que las otras voluntades existen. Y que la autonomía existe, y que los límites que definen las relaciones humanas, también existen.

El narcisista considera que si él se siente roto por dentro, su víctima tiene que acompañarle en su devastación. Quiere envilecerla con su maldad, si fuera posible. Destruir a las personas que lo hayan amado o lo amen, es lo suyo. Atacará a quien lo apoye cuando crea que ya no lo necesita.

La luz brilla en las tinieblas. Que los narcisos abracen su oscuridad.  Verlos a la cara.  Y marcharnos. Contacto 0. Sin mirar atrás.  Que se queden hablando solos, puesto que nunca escuchan, puesto que ningún interlocutor estará a su altura a menos que le ofrezca rendida pleitesía. Al fin de cuentas, el otro no es sino un espejo: ellos permanentemente están hablando con su propio reflejo.

Salgamos de la cueva, amigos, el sol curará las heridas que nos han causado estos vampiros emocionales. Ha llegado el tiempo de nuestra libertad.

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