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14/7/20

UNA AMARGA METÁFORA DEL MAL: LOS PSICÓPATAS [14-7-20]


UNA AMARGA METÁFORA DEL MAL: LOS PSICÓPATAS
UNA AMARGA METÁFORA DEL MAL: LOS PSICÓPATAS


gacetaciudadana.com.-ERNESTO RAMÍREZ

Es difícil saber lo que caracteriza a un psicópata. Se podría decir que son depredadores sociales. Saben lo que hacen, entienden la diferencia entre el bien y el mal, pero son incapaces de sentir empatía. Les falta la capacidad de entender que lo que hacen tiene consecuencias emocionalmente devastadoras sobre los demás. No sienten ningún tipo de remordimiento, su conciencia no les dice que han actuado mal.

Los psicópatas suelen ser, normalmente, mentirosos, violentos y a la vez encantadores. Se acogen a las reglas de la sociedad ¿Cómo podemos identificarlos? ¿Podríamos saber si nuestro amigo, nuestro jefe o nuestra pareja es psicópata? Es triste pensar que hasta que no comprendamos que tienen una manera distinta de ver el mundo humano, estaremos condenados a ser sus víctimas.

La psicopatía se presenta bajo más caras que la del típico asesino despiadado. Los psicópatas tienen formas más sutiles de hacer daño que la agresión física y de hecho, los peores de ellos pueden llevar trajes impecables, conducir coches de lujo y ocupar algunos de los puestos más importantes en la política y en la empresa: tu jefe podría ser uno de ellos. Puede ser también tu inofensivo vecino o el compañero de trabajo que jamás rompió un plato. Ese el terrorífico y cotidiano escenario que las noticias nos presentan a menudo: “era muy buena persona, no le hacía daño a nadie”. “Jamás hizo un escándalo”, etc.

Robert Hare,  psicólogo de la University of British Columbia (Canadá) sugiere que, quizá, el 1% de la población mundial es psicópata, y el 15% de la misma son reclusos. El problema es definir lo que significa psicópata. Es como preguntar cuánta gente padece hipertensión arterial, depende de dónde situemos el umbral. Y, tradicionalmente, en la investigación y la práctica de Norteamérica, se define al psicópata como alguien que puntúa 30 de 40 en esta escala de 40 puntos que ha creado, la Psychopathy Checklist Revised (PCL-R). Y si partimos de esto para definir la psicopatía, y no es una definición mágica en absoluto, sino un instrumento de trabajo práctico, entonces alrededor del 1% de la población general lo es…

¿Tenemos todos algún elemento de psicopatía? Es posible, y quizá más en esta sociedad cada vez más neurótica y competitiva, pero es muy poco probable que la palabra todos sea la más exacta.  La psicopatía es una dimensión, así que es cierto que hay grados de psicopatía, pero la inmensa mayoría de la gente puntuaría alrededor de cero o uno en esta escala concreta. Pero una cosa está clara: los psicópatas son incapaces de sentir empatía, de ponerse en el lugar de otra persona. Aunque saben lo que hacen, no sienten ningún tipo de remordimiento, su conciencia no les dice que han actuado mal.

Saben que obran de un modo que la sociedad considera erróneo… entienden las reglas del juego, las conocen perfectamente. Aquí reside la diferencia esencial con el sociópata. La conciencia implica conocer las reglas, pero también sentir que uno debe cumplirlas, y en su caso no es así. Un psicópata entiende las normas y puede ponerse en la piel de alguien intelectualmente o cognitivamente, pero no emocionalmente. En su conducta falta uno de los elementos más importantes de la humanidad, es decir, cómo se pueden sentir los demás. Y esto significa, por supuesto, que pueden actuar sin tener que preocuparse en absoluto de cómo repercuten emocionalmente sus acciones en los otros.

Sin duda siempre son mentirosos, y muchos como dije, parecen encantadores. No todos tienen necesariamente conductas violentas. Para que nos entendamos: el psicópata tiene un repertorio de conductas muy amplio, puede actuar, desempeñar muchos papeles. Si ser encantador funciona, lo es. Si no funciona, quizá te amenace o intente intimidarte. Si tampoco funciona, entonces recurrirá a la violencia. La clave es que todas sus acciones tienen un componente depredador, es como cuando un gato persigue a un ratón. ¡Al gato no le importan en absoluto los sentimientos de su presa! No entran en su conciencia.

El enorme problema de los psicópatas es la incomprensible cantidad de sufrimiento que pueden infligir a la gente y no son verdaderamente conscientes. Este elemento de ausencia de moralidad es lo que los convierte en seres temarios y aterradores. Si pensamos en nosotros como en un ratón y en el psicópata como en un gato, esto explica muchas cosas. Y podemos preguntarnos: ¿es que no se dan cuenta del dolor que están provocando a los demás? No solamente han lastimado físicamente a alguien, además han acabado con los ahorros de toda su vida, con su pensión… ¿es que no entienden que está mal? Pero somos nosotros los que no entendemos que este tipo de personas no piensan ni sienten como nosotros. Y hasta que no comprendamos que tienen una manera distinta de ver el mundo, el mundo humano, desgraciadamente estaremos condenados a ser sus víctimas.

Seres sociales que son antisociales

Definir a los psicópatas como depredadores sociales también explica, hasta cierto punto, dónde podemos encontrarlos. Están dondequiera que haya una oportunidad de algún tipo. Si alguien nace y se cría en una familia que valora las actitudes delictivas, hurta y roba y hace cosas malas, un psicópata será un buen alumno: aprende muy rápido, y probablemente acabe en la cárcel. Si nace en una familia distinta, una familia de abogados, médicos… sabe cómo vestir, cómo hablar, va a las mejores escuelas… y a la vez tienes esos rasgos de la personalidad, es decir, mientes fácilmente, engañas, no te importan los demás… habla muy bien, entonces probablemente acabe en otro sitio sin que se descubra fácilmente su anomalía y se convierte en una amenaza pública soterrada. Podría ser un político, o ejercer la abogacía. O incluso un maestro de escuela. Podría ser cualquier profesión en la que, gracias a su posición, pueda ejercer poder y controlar a los demás.

¿Y qué hacemos, entonces?  ¿Cómo sabemos que nos enfrentamos a alguien que supone una amenaza personal? Normalmente no sabemos que nos enfrentamos a un psicópata, pero sí que tienes un problema grave. Por ejemplo, una mujer cuyo marido la maltrata, se va con otras, no se ocupa de la familia… ¡sabe que hay algo que no funciona nada bien! Quizá no utilice el término psicópata, porque no lo conoce, y muchos terapeutas, médicos, psiquiatras, le dirán que la psicopatía es un mito, que no creen en ese concepto. Y la pobre mujer sólo podrá decir: vaya, me enfrento a un mito, ¡pero ese mito me pega una paliza cada noche! Es algo muy extraño. Lo único que podemos hacer, parece, es informar y denunciar sin temor al público de que hay individuos así, y que funcionan de esta manera, y tal vez podamos hacer algo para evitar que hagan daño. Pero el problema es grave, porque por lo general la víctima no tiene manera de resolverlo. La policía muchas veces no ayuda, los terapeutas tampoco… ¡a veces los amigos creen que es la mujer la que tiene el problema! O, si la psicópata es la mujer, creen que el problema es el hombre…

Para identificarlos hay algunos elementos antisociales, afectivos, personales o de estilo de vida recurrentes, o claramente marcados. La dificultad por ejemplo, en la esfera interpersonal es que son superficiales, grandilocuentes… o son modestos, pueden ser todas estas cosas en momentos diferentes. Hay que pensar en ellos como si actuaran sobre un escenario: adoptarán el personaje que más les convenga para la situación. Los que lo analicen con detenimiento verán que esa actuación no es demasiado buena, sino puro juego sucio; pero la gran mayoría no tendrá el tiempo o la energía para ir más allá de la fachada. Creerá que la persona es lo que aparenta… habla muy bien, te dirá que tiene mucho dinero, que hará cosas fantásticas por ti… y por supuesto nunca sucede… pero no solemos ahondar tras la superficie. Es como si el fondo fuera menos importante que la forma.

Los políticos son expertos en eso. Más de una vez me he planteado qué pasaría si un político dijera la verdad, y solamente la verdad, e intentara que le eligieran de ese modo… Sería muy difícil. Además, creo que en la política y en el póquer hay que mentir, engañar: es parte del juego. No estoy diciendo ni mucho menos que todos los políticos sean psicópatas; pero si yo fuera un psicópata, si tuviera todas las habilidades sociales necesarias, supiera qué hay que hacer… ¡quizá lo intentaría con la política, porque las oportunidades están ahí!

Otro factor recurrente para su posible identificación es que el estilo de vida de la mayoría de los psicópatas consiste en buscar nuevas oportunidades, nuevas sensaciones. Buscan estímulos porque se aburren con muchísima facilidad. Por eso, normalmente no trabajan en el mismo sitio durante demasiado tiempo, no se pasan muchos años en una pequeña empresa con el objetivo de llegar a dirigirla, lo que hacen es buscar otras oportunidades en lugares más grandes en los que saciar sus ansias. Tienden a ser bastante impulsivos, pero de una manera controlada, cambian de trabajo rápidamente. No necesariamente se lían a puñetazos, aunque podrían hacerlo, pero normalmente no lo hacen: buscan nuevas cosas por hacer. Y no es lo mismo que con los paracaidistas o los escaladores que asumen muchos riesgos… Esta gente lo ha planeado todo, sabe cuáles son los riesgos, y ha decidido que lo que les toca es asumir el riesgo e intentar superarlo. Los psicópatas lo hacen de una manera natural, asumen riesgos, pero por lo general lo hacen a costa de otra persona. Si él pierde, tú pagas por ello. O la sociedad paga por ello.

Por otro lado, son antisociales en el sentido de que no se acogen a las reglas de la sociedad. Gran parte de su conducta podría considerarse legal (y a menudo lo es) porque saben operar dentro de los límites de la ley, pero donde mejor se mueven es allá donde los límites son flexibles. Pensemos en una organización de nueva creación, o en la desintegración de la Unión Soviética, cuando sobrevino el caos… ¿qué pasó entonces? O pensemos en la antigua Yugoslavia… cuando todo se viene abajo, cuando las antiguas reglas dejan de ser aplicables, entonces, moviéndose con agilidad en el escenario, sintiéndose en su salsa, tendremos a un psicópata aprovechándose de la situación. Lo mismo pasa con las empresas y las multinacionales. Si impera el caos, si las reglas son poco claras, flexibles, el psicópata saldrá adelante extremadamente bien.


El origen

La psicopatía es una alteración grave de la estructura de la personalidad que puede ser únicamente de origen genético pero siempre hay condicionantes socioculturales que la detonan, la desarrollan o la disparan. Son ambas cosas, aunque según los especialistas probablemente los genes influyen más que el entorno. Este debate ha estado vigente durante mucho tiempo, y seguirá estándolo, especialmente en este ámbito, porque la pregunta que se hace la gente es: ¿el psicópata nació malvado o se volvió malvado? Y la respuesta es una combinación de ambas cosas. No existe un gen para la psicopatía… Con el tiempo, quizá encontremos una combinación de genes que expliquen la conducta, pero lo que sí tenemos son buenas pruebas científicas de que hay factores genéticos muy fuertes que entran en juego.


Leyes y culpabilidad

Hay muchas otras cosas y problemas que se deben a componentes genéticos. Por ejemplo la inteligencia. Hay personas que, por naturaleza, no son muy listas, pero seguimos responsabilizándolas de sus actos, entienden las reglas del juego. Lo mismo sucede con la psicopatía. Esto se ha debatido varias veces por ejemplo en Estados Unidos, y el argumento que se esgrime es que los psicópatas no juegan con todas las cartas, porque les falta algo, les falta la capacidad de entender que lo que hacen tiene consecuencias emocionalmente devastadoras sobre los demás.

Y hay quien dice: “bueno, quizá no sean responsables, porque carecen del componente emocional”. Pero ese argumento no ha prosperado, y la ley, en Estados Unidos por lo menos, dice que si conoces las reglas del juego, y sabes distinguir el bien del mal, entonces puedes ser procesado, eres responsable de tus actos. A un psicópata se le da muy bien intentar utilizar un argumento en el que te dirá: “no es mi culpa. Yo nací así, es culpa de los demás, es culpa de la sociedad”. Pero no es verdad: toman sus propias decisiones.

Ahora los hemos identificado, más o menos. Cometen un delito o un crimen y los ponemos en la cárcel. ¿Pero entonces qué hacemos después para pensar en su rehabilitación o posible curación? Según Roger Hare, normalmente lo que hacemos no es lo adecuado. Para los delincuentes y criminales, existen programas de tratamiento o programas conductuales, e intentamos que todos obedezcan las mismas reglas utilizando las mismas técnicas.

Pero con los psicópatas no funciona, porque la mayoría de estas técnicas se basan en la emoción, la capacidad de experimentar ansiedad, miedo, remordimientos… todas tienen bases emocionales. Y con un psicópata es un método equivocado. Si le dices a un psicópata: “lo que haces está poniendo en peligro a otras personas, les estás haciendo daño, tienes que cambiar”, te dirán: “¡de acuerdo, cambiaré!” Pero será una respuesta superficial, solamente palabras, porque en su fuero interno esa persona pensará: “¿y por qué debería cambiar?” “Yo estoy bien”.

Según este especialista lo primero que deberíamos hacer es desconfiar muchísimo de todos los psicópatas que de repente afirmen sentir empatía. Es imposible que cambien su esencia de la noche a la mañana, por mucho que utilicen las palabras adecuadas, y digan: “estoy curado, he encontrado a Dios, he encontrado a Cristo, ahora sí que sé lo que estoy haciendo”. Hay que hacer caso omiso de afirmaciones así, porque lo que cuenta son los actos.

Y, por otro lado, es importante convencerles de que pueden beneficiarse si cambian un poco su conducta. Es decir, que va en su propio interés cambiar, no mucho (porque no van a cambiar mucho) pero sí hasta cierto punto. Decirles que se meterán en menos líos, o que pasarán menos tiempo en la cárcel del que pasarían si no cambiaran.


¿Hay más psicópatas que antes?

Es enormemente difícil saberlo. Y cuanto más investiguemos en el pasado más difícil será por la ausencia documental y sobre todo porque la psicopatía es un problema de muy reciente conceptualización. Pero todo funciona por ciclos. Por ejemplo, si nos remontamos a la Baja Edad Media europea, cuando proliferaban las ciudades-estado, cada pueblo era un estado, y eso a menudo entrañaba guerras, asesinatos, saqueos, violaciones constantes… y, por supuesto, allí encajaba perfectamente el psicópata… de hecho, por aquel entonces el psicópata probablemente se consideraba un verdadero “héroe” disfrazado de patriota.

Creo que lo mismo sucede ahora: hay muchas situaciones en las que los psicópatas realmente pueden prosperar… Uno de los problemas que tenemos ahora es que, como sociedad, a través de las películas y la televisión, lo que hacemos en cierta medida es promover de alguna manera el estilo de vida psicópata. Estamos transmitiéndole a una nueva generación -desde que explotó el género artístico de los asesinos seriales- que así es como se hacen las cosas, y que además es fantástico… es ser eficaz y es ser “chingón” como dicen en México. Personajes de ficción -e incluso relatos basados en personajes reales– como Hannibal Lecter (Silent of the Lambs) o John Doe (Seven) se convierten, a nuestro pesar, en impactantes modelos y referencias culturales que despiertan incluso fascinación por su complejidad, sofisticación y perversión sádica.

En el cine, los videojuegos y la televisión, el principal ingrediente es la violencia. Y se trata de violencia depredadora: violencia a sangre fría, sin pasión, se actúa contra los demás sin ningún tipo de preocupación por ellos, sin sentimientos de remordimiento o de culpabilidad. ¡Y los niños lo ven! ¡Los jóvenes lo ven! Y gran parte de este material se convierte en un modelo a imitar: un potencial “guión” sobre cómo actuar. Obviamente tal vez les cueste comportarse así, pero con el tiempo aprenden: aquí lo cultural es lo determinante, no los genes.

Robert Hare nos da un interesante ejemplo de esto. “En Estados Unidos, hace 10 o 15 años, hubo un periodo en el que los jóvenes de 14 o menos años, solían reunirse en grupo y pegarle una paliza a otro muchacho. Le pegaban patadas, le acosaban, le humillaban. En Canadá nunca había pasado nada similar hasta que apareció en la televisión. Al cabo de dos o tres meses, ya teníamos casos frecuentes de acoso escolar -o como le dicen ahora bullying– palizas, humillaciones… se había convertido en un modelo para los niños. Por eso creo que lo que sucede ahora en nuestra sociedad es que el número de casos de la psicopatía tal vez no esté aumentando (aunque quizá sí, no estoy seguro), pero sin embargo a un psicópata le resulta mucho más fácil expresarse que antes, porque lo que antes se consideraba poco ético, inmoral o antisocial ahora se convierte en la norma. Pasa a estar bien. Todo se reduce a pensar, ante todo, en uno mismo”.


Tipología del psicópata

Hay, al menos, cuatro subtipos diferentes de psicópatas. La distinción más antigua entre los tipos primario y secundario fue realizada por Hervey Cleckley ya en 1941.

Los psicópatas primarios: no responden al castigo, a la aprehensión, a la tensión ni a la desaprobación. Parecen ser capaces de inhibir sus impulsos antisociales casi todo el tiempo, no debido a la conciencia, sino porque eso satisface su propósito en ese momento. Las palabras no parecieran tener el mismo significado para ellos que el que tienen para nosotros. En realidad, no se sabe si llegan a comprender el significado de sus propias palabras, una condición que Cleckley llamó “afasia semántica.” No siguen ningún proyecto de vida, y parece como si fueran incapaces de experimentar cualquier tipo de emoción genuina.

Los psicópatas secundarios son arriesgados, pero son individuos también más proclives a reaccionar frente a situaciones de estrés, guerreros, y propensos a la culpabilidad. Se exponen a más estrés que la persona promedio, pero son tan vulnerables al estrés como la persona promedio. (Esto sugiere que no son “completamente psicopáticos.” Puede ser debido a variaciones genéticas distintivas). Son gente audaz, aventurera y poco convencional que comenzó a establecer sus propias reglas de juego a temprana edad. Son conducidos fuertemente por un deseo de escapar o de evitar dolor, pero también son incapaces de resistir a la tentación. A medida que su ansiedad aumenta hacia un cierto objeto prohibido, su atracción hacia ella también se incrementa. Viven sus vidas dejándose llevar por el aliciente de la tentación.

Tanto los psicópatas primarios como los secundarios están subdivididos en:

Los psicópatas descontrolados: son la clase de psicópatas que parecen enfadarse o enloquecerse más fácilmente y más a menudo que otros subtipos. Su frenesí se asemejará a un ataque de epilepsia. Por lo general son también hombres con impulsos sexuales increíblemente fuertes, capaces de hazañas asombrosas con su energía sexual, y aparentemente obsesionados por impulsos sexuales durante la gran parte de su vida que pasan despiertos. También parecerían estar caracterizados por ansias muy fuertes, como en la drogadicción, la cleptomanía, la pedofilia, cualquier tipo de indulgencia ilícita o ilegal. Les gusta la endorfina “alta” o “acelerada” del entusiasmo y de la toma de riesgos. El violador y asesino en serie conocido como el Estrangulador de Boston era un psicópata de este tipo.

Los psicópatas carismáticos: son mentirosos encantadores y atractivos. Por lo general están dotados de uno u otro talento, y lo utilizan a su favor para manipular a otros. Son generalmente compradores, y poseen una capacidad casi demoníaca de persuadir a otros para que abandonen todo lo que poseen, incluso hasta sus vidas. Los líderes de sectas o de cultos religiosos, por ejemplo, podrían ser psicópatas si conducen a sus seguidores a causar su propia muerte. Este subtipo llega a menudo a creerse sus propias ficciones. Son “irresistibles”.

A pesar de que el psicópata tiene gustos y preferencias, y afición por los placeres que la compañía humana puede traer, el análisis demuestra que es totalmente egocéntrico, y que valora a los otros solamente porque aumentan su propio placer o mejoran su estatus. Mientras que él no brinda ningún amor verdadero, es absolutamente capaz de inspirar amor a veces hasta fanático en los demás.

Es por lo general superficialmente encantador y da muy seguido una impresión llamativa de poseer las cualidades humanas más nobles. Se hace de amigos fácilmente, y es muy manipulador, con su habilidad de palabras para salirse con la suya de cualquier apuro. A muchos psicópatas les encanta ser admirados y se regodean cuando los demás los adulan. La carencia de amor trae también aparejada la carencia de empatía. El psicópata es incapaz de sentir lástima por otros en situaciones desafortunadas o de ponerse en el lugar de otra persona, sin importar que haya lastimado o no a esta última.


La lista original de Cleckley de los síntomas de un psicópata:
  • Un encanto superficial considerable y una inteligencia promedio o por encima de la media.
  • La ausencia de ilusiones y otros signos de pensamiento irracional
  • La ausencia de ansiedad u otros síntomas “neuróticos”. Une equilibrio considerable, tranquilidad, y facilidad de palabra.
  • La inconstancia. Desatiende sus obligaciones sin sentido alguno de responsabilidad, en asuntos de pequeña o de gran envergadura
  • La falsedad y la falta de sinceridad.
  • Un comportamiento antisocial que es inadecuadamente motivado y mal planeado, pareciendo provenir de una impulsividad inexplicable.
  • Un mal juicio y problemas para aprender de las experiencias.
  • Un egocentrismo patológico. Un auto-centrismo total y la incapacidad de amar realmente y de formar lazos.
  • Una carencia generalizada de emociones profundas y duraderas.
  • La falta de real perspicacia, la incapacidad de verse a sí mismo como otros lo hacen.
  • La ingratitud hacia cualquier consideración especial, de bondad o de confianza.
  • Una conducta fantástica y objetable, después de beber y a veces aún cuando no esté bebiendo (vulgaridad, ordinariez, cambios rápidos de ánimo, bromas).
  • Ningún historial de verdaderos intentos de suicidio.
  • Una vida sexual impersonal, trivial y mal integrada.
  • El fracaso en tener un plan de vida y en vivir de una manera ordenada, a menos que promueva la auto-derrota.
Pues así las cosas. Indudablemente, es trágico que existan seres humanos tan enfermos y a la vez tan aparentemente “funcionales”. Pero hemos de convivir con ello y la solución no radica en apoyar un estado ultra-policíaco o panóptico -aunque sí una mayor profesionalización y capacitación psicológica, administrativa y por supuesto un verdadero compromiso ético-jurídico- de las autoridades y fuerzas del orden público. Tampoco se trata de resignarse a supuestos designios divinos o diabólicos que impulsan a estos sujetos a la vejación de forma inevitable. Siempre hay un móvil, una razón, o varias, aunque nos resulte intolerable o incomprensible.

Como siempre, y como ya he comentado en este portal para otras problemáticas de la vida, una sociedad consciente, ética y moralmente educada que se preocupe más por el bien común, la solidaridad, y sea comprometida por ejercitar la comprensión y la compasión hacia el sufrimiento ajeno y no por la exclusiva satisfacción de las necesidades egoístas que alimenta este sistema deshumanizante y habitualmente cruel, será un entorno muchísimo menos propicio e inarmónico para la proliferación del dolor causado por individuos tan desequilibrados como son los psicópatas.

13/6/20

6 efectos del maltrato psicológico en nuestra mente y emociones que debes conocer [13-6-20]

6 efectos del maltrato psicológico en nuestra mente y emociones que debes conocer

6 efectos del maltrato psicológico en nuestra mente y emociones que debes conocer

Una de las peores cosas que nos puede ocurrir es pensar que somos nosotros los culpables de ese maltrato psicológico al que estamos sometidos. Nadie tiene derecho a vulnerar nuestra persona

mejorconsalud.com

Los efectos del maltrato físico son fáciles de ver, e incluso de valorar. Nadie puede esconder un brazo roto, un ojo morado, una quemadura, un labio hinchado, un golpe en la piel…

Sin embargo, cuando hablamos de abuso psicológico, de manipulación, maltrato y de agresión emocional, la cosa cambia.

No se puede objetivar, ni ver a simple vista, ni radiografiar.

Es tal la complejidad, tal el impacto invisible que deja, que la víctima se ve muchas veces incapacitada a la hora de pedir ayuda.

¿Cómo explicarlo, cómo esperar que me crean si lo que duele es la autoestima, es la propia identidad y todo nuestro ser más íntimo y privado?

No es fácil. No lo es tampoco porque, muchas veces, no existen mecanismos adecuados para que la mujer o el hombre que padece este abuso pueda dar el paso y atreverse a denunciar su realidad.

En ocasiones, no se atreven. Hay miedo y se temen las posibles consecuencias… En especial, no ser creídos.

El maltrato psicológico es devastador y cercena vidas enteras por una razón muy concreta: viene de manos de personas cercanas, personas en las que confiamos y las que a menudo, hasta queremos.

Veamos ahora qué impacto tiene esta dimensión sobre nuestra mente y emociones.


1. Sentimiento de vergüenza y culpa

Si hay algo tan desolador como negativo es llegar a culparnos a nosotros mismos por todo lo que nos ocurre.

Hay un aspecto muy común en el que derivan todos aquellos que ven la manipulación psicológica desde fuera.

Nos referimos al hecho de pensar  aquello de que “la persona que es maltratada es porque se deja maltratar”, “que es débil porque se deja avasallar, dañar y controlar”.

Hay que ser cuidadosos con este tipo de expresiones porque la persona que sufre el abuso está sometida a un caos emocional y a una situación muy compleja de la que no es tan fácil salir.

Es común que sientan vergüenza de sí mismos al pensar cómo han llegado hasta esa situación.

Es habitual también que se sientan incapacitados para reaccionar, que se sientan solos y aislados como para poder salir por sí mismos de ese abismo personal.


2. Pérdida de memoria o sentimiento de irrealidad

Cuando estamos sometidos a un alto nivel de ansiedad, estrés y sufrimiento constante, es común que estructuras cerebrales como el hipocampo, relacionado con la memoria, pierdan volumen y conectividad.

  • La persona tiene fallos de memoria, no se puede concentrar, ni tomar decisiones con la mente clara.
  • Por otro lado, el sentimiento de irrealidad es otro factor muy común.

Es un mecanismo de defensa por el cual la mente establece una distancia de la realidad para despersonalizarla, para pensar aquello de que “esto no me está pasando a mí”.


3. Inestabilidad emocional, fuertes altibajos

Hay épocas en que uno espera que las cosas cambien, piensa que todo puede mejorar y que es posible recuperar la felicidad, la integridad y el equilibrio.

Sin embargo, al poco, llega el abismo y la recaída. Aparece la frustración, la ira, la rabia y, al instante, la desesperación y el miedo.

Es común experimentar un complejo caleidoscopio de sensaciones y emociones donde la persona es consciente de que no tiene en control de su vida.


4. El maltrato y el dolor físico recurrente

A la víctima del maltrato psicológico no la agreden físicamente, pero el sufrimiento que tarde o temprano se experimenta en el propio cuerpo duele del mismo modo.

El malestar emocional crónico termina evidenciándose en esa sintomatología tan característica como es el cansancio, el insomnio, las cefaleas, el dolor muscular y articular, las malas digestiones, las múltiples infecciones contraídas a raíz de un sistema inmunitario debilitado…

Es, sin duda, algo muy común.


5. La sensación de que “no hay salida”

La indefensión aprendida es otro síntoma habitual. La persona que sufre este tipo de maltrato llegará a pensar en un momento dado que nada de lo que haga servirá de algo.

  • A menudo, llegan a decirse a ellos mismos que ninguna palabra, ninguna acción o cambio que ponga en marcha logrará que ese maltrato se detenga.
  • Esto nos recuerda, una vez más, la importancia básica y esencial de atender de forma receptiva y sensible a toda persona que, de algún modo, nos esté dando pistas de que sufre algún tipo de abuso.

En el momento en que dudemos o pongamos en voz alta palabras como “¿pero qué me estás diciendo?”, ¿estás seguro de que te está haciendo esto o es que tú te tomas las cosas a la tremenda”?…


6. Pensamientos suicidas

En el momento en que la persona se dice a sí misma que ya no hay salida, empiezan a surgir los pensamientos suicidas. Al principio solo son súbitas ideas, deseos momentáneos.

Sin embargo, puede llegar el fatídico momento en que sea vea como la única solución al problema.

Es necesario que el entorno sea muy sensible a todos los indicadores, a las palabras, los gestos, las conductas.

Porque el maltrato psicológico, más allá de lo que podamos pensar, sí deja huellas, sí deja marcas evidentes en el comportamiento de las personas.

Seamos conscientes de estas realidades y ayudemos a quien más lo necesita.


6/11/19

Cómo detectar psicópatas [6-11-19]

Cómo detectar psicópatas

Cómo detectar psicópatas

No todos los criminales son psicópatas ni todos los psicópatas son criminales. Veamos cualidades de personalidad que evidencian a un psicópata.

taringa.net

El cine, sobre todo el proveniente de Hollywood, nos ha condicionado a asociar psicópatas con asesinos sedientos de sangre, pero veremos que algunos de los rasgos más comunes que se encuentran en las personalidades con un alto nivel de puntaje en la escala psicopática no son específicamente negativos. Quizá te sorprendas al ver que posees alguno de ellos. Los examinamos:

1. Falta de empatía

Un psicópata no puede sentir lo que sienten los demás. Un individuo con personalidad psicópata entiende sus sentimientos pero no los siente. Así, si te ven llorando a causa de la muerte de un ser querido, mostrará cierta compasión, pero no porque sienta una empatía emocional real, sino solo por complacerte o por pura cortesía.

2. Poder de manipulación

Según The Sociopathic Style, el psicópata es capaz de reconocer de qué cuerda debe tirar o qué botón es el que debe pulsar para engañar a otras personas, manipularlas y hacerles creer lo que sea necesario para obtener un beneficio personal sin preocuparse del impacto que esto pueda tener en los demás o en sus sentimientos.

3. Irresponsabilidad

El comportamiento impulsivo y la irresponsabilidad forman parte de su estilo de vida. Un psicópata nunca admitiría sus errores y son capaces de volverse iracundos con cualquiera que les acuse de algo. El objetivo de este comportamiento es conseguir que el que acusa reflexione sobre ello y acabe sintiéndose culpable por haberse quejado o por haberle hecho responsable de algo.

4. Narcisismo

El narcisismo es una cualidad con mucho peso. Los psicópatas generalmente se ven a sí mismos como más inteligentes, más poderosos y más valiosos que cualquier otra persona sobre la faz de la tierra. Suelen tener una extravagante percepción sobre sí mismos, pensando que el mundo gira en torno a ellos mismos.

5. Mentirosos patológicos

La mentira es su arma del día a día. Los psicópatas tienden a mentir continuamente. Sus vidas conforman una interminable tela de araña de mentiras. Las mentiras pueden encuadrarse en muchos niveles: de niveles moderados hasta niveles exacerbados de mentiras.

6. Encanto superficial

Los psicópatas suelen ser encantadores y tener cierto atractivo puesto que su carácter es extrovertido, decidido y valiente. En ningún caso son tímidos ni temerosos de hacer o decir lo que quieran, lo que puede ser malinterpretado como una alta autoestima. Sus miradas siempre son inquisitivas.

7. Falta de remordimientos

Los psicópatas no se sienten culpables por el sufrimiento y el dolor que infligen a otros, o por cualquiera de sus acciones en general. La desazón o la pesadumbre no están en su vocabulario.

8. Se aburren con facilidad

Los psicópatas tienen una necesidad irrefrenable de sobredosis de adrenalina, pues se aburren con facilidad, por lo que siempre están buscando situaciones en las que la excitación y la emoción sea el factor común.

9. Acoso o Bullying

Abusones de libro. Los psicópatas suelen hostigar a aquellos que no les aportan algún beneficio, lo que implica que subordinados, ancianos, niños o, en la mayoría de los casos, animales, se conviertan en víctimas. Disfrutan ejerciendo su poder sobre los más frágiles. Intimidar o escupir palabras es lo suyo.

10. Poder y control

Ya hemos visto que los psicópatas tienen una necesidad obsesiva por ejercer poder y control sobre otros. Sumado a esto, también son unos obsesos del control. Todo debe hacerse de la manera en la que deseen o han expuesto.

30/10/19

5 rasgos que identifican a un maltratador psicológico [30-10-19]


5 rasgos que identifican a un maltratador psicológico
5 rasgos que identifican a un maltratador psicológico

lamenteesmaravillosa.com

El maltratador psicológico no siempre es fácil de identificar. Existe la creencia de que solo pueden hacernos daño cuando nos agreden físicamente. El problema es que hay expertos en lastimar sin dar un golpe, un empujón o valerse de un objeto. Pero causan tanto o más daño como los que agreden físicamente.

Machismo, matoneo o bullying, discriminación… Existen innumerables razones para que alguien se sienta con el derecho a maltratar a quien considera más débil. Es una de las expresiones más fuertes de la desigualdad y, por supuesto, tiene que ver con el ideal de éxito y la permanente competencia en la que vivimos.

En cualquier espacio y lugar los encontramos. En la vida familiar, las relaciones de pareja, los amigos, el colegio, la universidad, el trabajo. No hay escapatoria. Allí están y no es posible evitar su presencia. Pero podemos identificarlos a partir de sus rasgos característicos. De ahí que sea importante estar alerta y saber interpretar lo que podrían ser las verdaderas intenciones de una persona.

Aunque no hay unidad de criterios entre psicólogos y estudiosos del tema, el maltratador psicológico está lejos de ser un enfermo mental. En la mayoría de casos simplemente causa daño por probar el poder que tiene sobre el otro. Por eso hay características sobresalientes que lo definen. Estas son cinco de ellas.


1. La intolerancia y el maltratador psicológico

El maltratador no acepta las diferencias. El suyo es el único mundo posible y no valora el de los demás. En sus relaciones con el sexo opuesto considera siempre inferior al otro. Son casos de machismo o feminismo llevados al extremo.

Trata a los demás según las características que la sociedad les atribuye. Si las comparte, entonces se acercará solo a quienes se identifiquen con él. De lo contrario, tomará distancia y adoptará actitudes de rechazo. Se deja llevar por los prejuicios sociales. Por eso es frecuente verlo discriminando y siendo poco respetuoso con el diferente.

2. Rigidez

El maltratador piensa y actúa como si fuera dueño de la verdad. Las razones de los demás le tienen sin cuidado. Tiende a imponer sus ideas sin importar el contexto en el que se encuentre. A la hora de establecer acuerdos no cede un milímetro porque cree que sus puntos de vista deben ser aceptados.

Un maltratador psicológico cree dominar todas las situaciones y tener siempre la razón. Los demás viven equivocados y sus ideas discrepantes son equivocadas por el hecho de ser discrepantes. Es un líder negativo que siempre tiene la intención de sobresalir, manipular y ser el centro de atención.


3. Pensamiento dicotómico

Para una persona con esta configuración psicológica, solo existe el blanco y el negro. No admite matices de ninguna clase. Lo anterior impide que perdone, que tenga en cuenta las circunstancias de alguien que se pudo equivocar o, simplemente, que sea incapaz de reconocer sus propios errores.

A este maltratador le cae como anillo al dedo la frase “del amor al odio hay solo un paso”. Así concibe la vida: como dos extremos que, si se tocan, producen choques terribles.


4. Hipersensibilidad


Es el tipo de personas a las que les cuesta manejar sus emociones. Cuando fracasan, les cuesta volver a empezar. Si por el contrario triunfan, entonces creen que alcanzaron a tocar el cielo con sus manos. Todo extremo es vicioso, dice la sabiduría popular. Pero el maltratador psicológico ve con buenos ojos el extremismo y lo aplica incluso sobre él mismo.

En ellos no hay autocrítica real y a la vez se juzgan severa, pero superficialmente. Son propensos a deprimirse con facilidad. Y frecuentemente caen en profundos abismos de los que casi nadie está en capacidad de rescatarlos.

Lo anterior es producto de su baja autoestima. Esto hace que se mantengan en un permanente estado de ansiedad y tengan tendencia a victimizarse.


5. Encanto

Mientras se ganan la confianza de su víctima, se comportan como las mejores personas del mundo. Es complicado para la gente que está a su alrededor descubrir sus verdaderas intenciones. El maltratador psicológico es un actor digno de ganarse todos los premios. Sorprende por su carisma y al sitio que llega siempre le cae muy bien a la gente.

Inclusive cuando se quita la máscara y deja expuesto su verdadero rostro, las demás personas (sobre todo la víctima), se niegan a creer que están ante un maltratador. Y es tal la desilusión que es probable que algunos nunca lleguen a aceptar esa terrible y desconcertante verdad.

Pese a todos estos rasgos, el maltratador psicológico suele llevar una vida llena de sufrimientos. Su peor castigo es no poder amar realmente a nadie. Por eso hay soledad y vacío en su día a día. Él también es víctima de sí mismo.

21/10/19

Encantadores de serpientes: el psicópata integrado en las relaciones de pareja [21-10-19]


Encantadores de serpientes: el psicópata integrado en las relaciones de pareja

Encantadores de serpientes: el psicópata integrado en las relaciones de pareja
 La violencia de género sigue estando en la primera línea de la criminalidad cotidiana de forma permanente. No hay semana en la que no se abran telediarios y titulares de prensa con el asesinato de alguna mujer a manos de su pareja o expareja. Son los casos más graves y llamativos, esos que atraen la atención de los medios de comunicación. Sin embargo, soterradamente, tras esos titulares de la crónica más negra de la cotidianeidad, se esconden otros muchos casos, menos mediáticos, que constituyen e integran el grueso magro de esta grave problemática social.

A pesar y aparte de la ideación machista común, que todavía forma parte de la fotografía más corriente de la realidad de cada día en centenares de miles de espacios comunes de interacción entre hombres y mujeres, prevenir esta terrible lacra sigue resultando un proceso especialmente complejo debido a la multitud de factores que conforman el retrato robot del agresor de género, en el marco de una sociedad que todavía sigue tolerando actitudes y posiciones no igualitarias entre hombres y mujeres de forma muy determinante, y que precisamente por la plasticidad y camuflaje de esa estructura atávica, dificultan y atenúan la visibilidad clara y diáfana de un problema troncal en la conformación de la democracia real de nuestra sociedad presente y futura

 Se sigue “disculpando” a los agresores de género diciendo que “tienen este y aquel otro problema” y muchas veces tirando mano del diagnóstico fo
rense. Cada vez hay más diagnósticos con la etiqueta “trastorno de personalidad”, lo que no deja de ser una forma de afirmar que hay una especie de grupo mayoritario de agresores “normales”, contrapuesto a aquel otro de “agresores con trastornos de la personalidad”.

En referencia a estos últimos, cabe decir que no todos los trastornos de la personalidad pueden relacionarse de manera directa con el ejercicio de la violencia, pero que si hay uno que es proclive en mayor medida es el conocido como psicopatía.

Durante más de una centuria, la comunidad científica ha dedicado muchos esfuerzos en definir el concepto de psicopatía. Un largo y tortuoso camino de “dimes y diretes” que encontró una meta, al menos provisional, en el año 1991, cuando quedó establecido por el psicólogo criminalista norteamericano Robert Hare el concepto de psicopatía más ampliamente aceptada.

Hasta entonces, desde Pinel, quien definió la psicopatía como “manía sin delirio”, hasta llegar a Cleckley, que fue el primero en afirmar aquello de que “ni son todos los que están las cárceles, ni están todos los que son en los psiquiátricos”, la ciencia de la Criminología ha recorrido un largo camino que, en realidad, no ha hecho más que empezar.

Lejos del ámbito científico, cuando alguien pronuncia la palabra “psicópata”, suscita en el imaginario común un estereotipo que ya no es uno y único (la imagen de un despiadado asesino que tantas veces queda reflejado en películas y series de televisión), sino que en estos momentos, podemos afirmar que hay muchos psicópatas que no desarrollan una carrera delictiva o criminal en el sentido clásico, sino que han sabido integrarse en la zona de camuflaje de la gausiana campana de la normalidad, dando así a un emergente grupo de psicópatas socialmente integrados, diferenciándose netamente de los psicópatas criminales (serial killers, terroristas…) por su plasticidad para pasar desapercibidos dejando un reguero de muertos en vida a lo largo de sus vidas. Tres características les hacen especialmente temibles: su falta de empatía, su crueldad y su ausencia de remordimientos y sentimiento de culpa. En eso son idénticos a los psicópatas criminales, pero estos no son violentos de forma expresa, sino soterrada, mucha más violencia psicológica que física, mucha más manipulación intencional de las víctimas, sin levantar demasiadas sospechas. En suma: unos camaleones del enmascaramiento.

Es precisamente en el ámbito de las relaciones de pareja, donde hemos de visibilizar la presencia subclínica de estos psicópatas integrados. Querrán pasar desapercibidos mostrándose encantadores y modernos, para alcanzar sin demasiado esfuerzo el mismo objetivo de siempre: hacer de sus parejas unas bonitas marionetas en la cuerda. Incapaces de proporcionar una relación íntima basada en el amor, respeto, compromiso y fidelidad, la centrarán en la mentira, la manipulación y el control psicológico.

El psicópata integrado, en las relaciones de pareja, será incapaz de sentir las emociones básicas que conforman el espacio común de la interacción positiva entre hombres y mujeres, pero será capaz de representarlas y teatralizarlas en el día a día para confundir a la víctima en un juego macabro de máscaras y engaños. Son grandes actores, no lo olviden. El problema es que la sociedad muchas veces les sigue dando algún Oscar que otro.
 

11/10/19

La mente de un psicópata es el resultado de diversos factores biológicos, sociales y familiares [11-10-19]

La mente de un psicópata es el resultado de diversos factores biológicos, sociales y familiares: Especialista

La mente de un psicópata es el resultado de diversos factores biológicos, sociales y familiares: Especialista

Quienes padecen presenta tres periodos críticos, uno de ellos a los tres años. Sin embargo, la causa se debate en un equilibrio de factores genéticos y experiencias de vida como sufrir de maltrato excesivo.

mexicoinforma.com

En una entrevista a EFE, la experta mexicana Feggy Ostrosky, Premio Nacional de Investigación en Psicología en México, explicó que los psicópatas, que representan entre el 1 y el 3 por ciento de la población mundial, “no sienten empatía ni sentimiento de culpa” a la hora de llevar a cabo actos atroces con metodologías muy variables.

Estudios recientes realizados a partir de imágenes cerebrales muestran que, cuando se le pide a una persona con este trastorno que se ponga en el lugar del otro, hay partes del cerebro que “no prenden del todo”, indicó.

La empatía es una característica fundamental cuando se habla de valores éticos y morales, apuntó la catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien agregó que “el ser moral es aquel que decide ser moral”. “La empatía es un prerrequisito, pero no el total para ser un ente moral”, puntualizó.

Los tres periodos críticos a la hora de delinear la conducta y las condiciones morales son los 3 años, cuando se aprende a leer, y finalmente la adolescencia.

La autora del libro “Mentes Asesinas” aseguró que “los criminales tienen perfectamente claro lo que es el bien y el mal” y cometen actos atroces “porque no tienen una buena regulación de sus impulsos y están llenos de hostilidad y enojo”.

La conducta psicopática es una interacción de variables, un proceso con una serie de factores biológicos, sociales y familiares de riesgo que “interactúan para producir estas personas”. La psicopatía está asociada a la violencia primaria, aquella que se origina sin estímulos externos (violencia secundaria).

Cuando se habla de violencia hay que distinguir este término del de “agresión”, lo que frecuentemente no se hace, según Ostrosky, fundadora de la Sociedad Mexicana de Neuropsicología. “La agresión -detalló al respecto- es una respuesta innata en los mamíferos con los que compartimos este sistema de respuesta biológica para podernos defender”. Por el contrario, la violencia se origina sin existir instinto de defensa previo y obedece a la incapacidad de controlar un impulso.


ENTRE LA BIOLOGÍA Y LA EXPERIENCIA VITAL

La duda que surge a la hora de concretar qué genera la psicopatía se debate entre la biología y la experiencia de vida, y la respuesta está en el equilibrio de ambos factores. “Se ha encontrado que el ser humano puede tener un gen o un polimorfismo genético, pero que se te prende a partir de una historia de abuso físico o psicológico en la infancia, y de ahí nos vamos a las historias de muchos asesinos”, explicó la especialista.

Pero el cerebro de una persona termina de madurar dentro de un contexto social, lo que muestra la responsabilidad de la ciudadanía y el entorno familiar. “Los psicópatas están presentes en la población y yo digo que las circunstancias actuales les hacen muy eficientes para sobrevivir en este mundo”, declaró.

“El mundo actual ha hecho que nos desensibilicemos ante la violencia y estemos expuestos continuamente”, opinó la experta, quien aludió a la posibilidad de abusar de alguien y exponerlo en un vídeo a través de Youtube.

Ostrosky destacó la necesidad de replantearse la relación con el morbo, ya que “una cosa es que veas qué pasó para que no te pase a ti, y otra que te tomes la foto con el muerto”. Esta afirmación se basa en la observación de una sociedad que requiere cada vez más registrar lo que ve a través de dispositivos, sin escrúpulos para filtrar si el hecho es o no ético.

Que las personas vean imágenes violentas no significa que se vuelvan violentas, pero el impacto que provoca cada vez es menor y se produce “un apagón de nuestros sistemas empáticos“ y eso influye como sociedad, alertó.

1/10/19

Estudio vincula aficción por el gin y el café negro con personalidad psicopática [1-10-19]

Estudio vincula aficción por el gin y el café negro con personalidad psicopática

Estudio vincula aficción por el gin y el café negro con personalidad psicopática

biobiochile.cl

Cuando se trata de comida no hay términos medios, o los amas o los odias. Como sea, tus preferencias alimenticias podrían decirte mucho más de lo que piensas.

Así como hay personas a las que les gusta un expreso o capuchino normal por las mañanas, también quienes disfrutan felices de un gin con tónica, sin siquiera notar la amargura de estos bebestibles.

Un nuevo estudio de la Universidad de Innsbruck en Austria vinculó el amor por los alimentos amargos, como el café negro y un gin-tonic clásico, con los rasgos de personalidad psicopáticos.

Dos estudios de más de mil adultos estadounidenses hicieron que los participantes clasificaran una lista de alimentos según una escala de seis puntos para indicar cuánto disfrutaban cada uno.

A esta encuesta le siguieron cuatro pruebas de medición de personalidad. Solicitaron a los grupos que indicaran si estaban de acuerdo o en desacuerdo con preguntas tales como, “tiendo a querer que los demás me presten atención” y “a veces reproduzco mis escenas favoritas de sangrientas películas”.

Los resultados vieron una conexión entre los que les gustan los alimentos amargos y los que mostraron tendencias de “maquiavelismo, psicopatía, narcisismo y sadismo cotidiano”, consignó el sitio de Women’s Weekly, Food to Love.

Sin embargo, no son sólo malas noticias. Las tendencias psicopáticas están lejos de los horrores de la película con los que los asociamos. De hecho, también son un signo de inteligencia, fuertes habilidades de liderazgo y asertividad.

¿Qué es ser un psicópata?

“Podríamos definir al psicópata como la persona que carece de sentimientos importantes en el ámbito social, como la empatía o el cuidado de los demás. Para él, los otros son un medio para llegar a su fin”, indicó el psicólogo infanto juvenil español Abel Domínguez Llort.

Con él coincide su colega Alicia Banderas, autora del libro Pequeños Tiranos, quien dijo al diario El País que el rasgo principal de un psicópata es la carencia de empatía, y lo resume como “la imposibilidad de conectar con el dolor ajeno”.

29/9/19

¿Tienes un psicópata en tu vida?



¿Tienes un psicópata en tu vida?

lanuevacronica.com.- CLARA DE CAMPO

"Si hay un psicópata en tu vida, no te detengas, corre"... , sólo entre un 2 y un 3% cometen actos delictivos, sin embargo hay entre un 10 y un 12% que pasan totalmente desapercibidos, e incluso son personas bien consideradas socialmente.
En tu vida puedes llegar a conocer hasta 60 psicópatas (tu jefe, compañeros de trabajo, amistades, vecinos, pareja, familiares…) aunque estés convencida de que no lo son en absoluto, por eso intentaré dar algunas pautas para que podamos reconocerles. Hay que tener en cuenta que todos los psicópatas son depredadores emocionales y narcisistas, y por tanto habrá muchas características comunes con este tipo de personas, también muy tóxicas, pero ello no nos puede llevar a concluir que éstos últimos presenten psicopatía.

Cualquier mujer, puede ser víctima de un psicópata, pero si eres entregada, confiada, extrovertida, alegre, activa, trabajadora, generosa… posees las características para ser la víctima ideal de un psicópata, y si caes en sus redes, tienes garantizado el maltrato en cualquiera de sus formas, que son tan variadas como personas haya, pero todos tienen unas características comunes que les definen. En este artículo me fijaré en esa forma de maltrato que pasa desapercibida para la sociedad (pues rara vez hay grandes violencias o escándalos públicos que puedan hacer intervenir a la policía, son pequeños actos que no dejan rastros judiciales) e incluso para la víctima durante un tiempo más o menos largo, pero que la va corroyendo poco a poco y sibilinamente por dentro. De esa forma que te vacía el alma y te anula como mujer hasta el punto que ya no sabes ni quién eres.


Los psicópatas son personas muy peligrosas porque carecen de sentimientos, incapaces de querer a nadie, ni siquiera a sus propios hijos/as, sin embargo pueden simular las emociones a la perfección, ya que son excelentes actores, para manipular y utilizar a las personas a su antojo, sin escrúpulos. Difunden rumores perversos y mienten mirándote a la cara, sin sentir la más mínima inquietud porque se les pille ya que son capaces de encadenar una mentira con otra y no les importan las consecuencias. La única emoción que sienten es la ira y también pueden disfrutar con el sufrimiento de sus víctimas. Tratan a las mujeres como objetos que están ahí para cumplir sus expectativas y servir a sus propios intereses y cuando dejen de hacerlo, simplemente las desechan o las destruyen sin ningún remordimiento, pues no tienen nunca sentimiento de culpa ni de miedo y carecen de empatía, por eso pueden infringir cualquier norma ya sea social o moral. No tienen conciencia, pero son muy conscientes de sus actos, que planifican con frialdad y sin prisas, aunque en ocasiones su impulsividad les puede delatar. Su egocentrismo es extremo. Sólo se conoce su naturaleza a través de las consecuencias de sus actos, nunca por sus palabras.

La imagen pública que muestran suele ser de personas afables, agradables, detallistas, con un encanto personal, serviciales, en fin, lo que llamamos personas encantadoras. Se pueden mostrar como víctimas de todo el mundo, alguien que necesita ayuda, de este modo inducen a la piedad, a la compasión y provocan una reacción de empatía, acogida y disminución de las barreras afectivas, consiguiendo así que les abran su corazón obteniendo un conocimiento muy valioso para ellos, especialmente de sus debilidades, para utilizarlas a su favor. Fabrican una máscara social que les cubrirá las espaldas y dejará en la indefensión absoluta a sus víctimas. Como son excelentes manipuladores pueden simular las emociones que ésta necesita para engatusarla y conseguir sus fines, hasta el punto de que acabará haciendo lo que el otro quiere y estando a su vez convencida de que lo hace porque lo elige ella libremente. No dan puntada sin hilo. Nunca hay victorias con ellos, sólo diferentes grados de derrota. Les encantan los puestos de poder a los que pueden llegar con facilidad por su falta de escrúpulos, pudiendo sacar mucho más provecho y hacer mucho más daño. Suelen ser vagos, aunque también pueden ser muy activos en aquello que les interesa y motiva, pero todos son expertos en sacar partido de lo que se les ponga al alcance.

Ninguna persona con conciencia puede imaginar que haya alguien tan perverso que su único objetivo sea explotar emocional, sexual, financiera y/o socialmente a una mujer durante el tiempo necesario hasta que encuentren algo mejor, porque pensamos que todas funcionamos con los parámetros de moralidad personal y social. Son especialmente difíciles de detectar los que visten hábitos religiosos. Cuando te eligen como pareja, no hay nada comparable con la depredación que vas a sufrir. Son tremendamente seductores y al principio de la relación practican “el bombardeo amoroso”. Es la fase en la que se muestran muy complacientes, extremadamente detallistas, candorosos, atentos a cubrir cada necesidad que tengas, te hacen sentir que eres única y especial, se convierten en “tu alma gemela” y esto provoca la segregación de oxitocina, que a su vez actúa como una droga liberando neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina y la serotonina que inundan el cerebro de feniletilamina, consiguiendo un estado de enamoramiento ciego y un efecto de “enganche” muy fuerte, un vínculo traumático que funciona como una adicción. Por eso no dejan descansar a su víctima y suelen acelerar el momento de vivir juntos o de contraer matrimonio porque ellos no tienen nada que perder y mucho que ganar. Además suelen aderezar este bombardeo con una práctica sexual muy satisfactoria, básicamente porque su nivel de testosterona suele ser alto.

Si crees haber encontrado a tu alma gemela, desconfía, porque simplemente, no existe. En un estado emocional saludable, cualquier ser humano es precavido antes de formalizar una relación por la trascendencia que ello conlleva, por eso se establece un tiempo más o menos prolongado (noviazgo), que permite conocer más en profundidad a la pareja antes de decidirse. Una vez creado el vínculo, la “dosis de droga” para mantenerte fiel al psicópata empieza a ser escasa y esporádica, exclusivamente cuando es necesario para mantenerte ahí, donde ellos quieren que estés.

Practican el desprecio hacia ti constantemente, incluso sin necesidad de insultos ni golpes, sólo con comentarios dañinos, mostrando indiferencia, lejanía, jamás valoran nada de lo que haces y te pueden ridiculizar en público de una forma muy sibilina y poco a poco vas sufriendo un ataque emocional continuo con el objetivo de erosionar tu autoestima y hacerte creer que sin él, no eres nada. Al mismo tiempo intenta aislarte de las personas de tu entorno con comentarios destructivos hacia cualquier persona que sea cercana a ti. Disfruta de plena libertad para hacer lo que quiere pero necesita controlar todo lo que haces tú y te van moldeando a su antojo de una forma insidiosa y silente. Es casi imposible que lo puedas ver porque este proceso es lento, como una lluvia fina que va calando y tú sigues tremendamente enamorada de él y convencida de que te quiere y de que todo lo hace es por tu bien, porque es una buena persona. Encontrarás siempre mil razones para disculparle y jamás delatarás las inquietudes o dudas que te puedan surgir ya que se muestra encantador con los de fuera, especialmente tu familia y amigos (mientras los conserves), y si algo dices de él, serán siempre cosas positivas. Acabas creyendo que realmente tiene razón y eres tú la equivocada porque no puedes creer que alguien “que te ha demostrado que te quiere”, pueda hacer todo esto de una forma fría, premeditada y consciente.

Utilizan con mucha frecuencia el uso del victimismo, que les resulta muy rentable; por ejemplo, si eres generosa, manifestarán problemas económicos, siempre por culpa de otras personas; si eres activa y trabajadora, se mostrarán inútiles e incapaces de hacer cualquier cosa que no quieran; si eres compasiva, te pueden amenazar con suicidarse, aunque no tengan la más mínima intención de hacerlo; pueden simular una enfermedad durante el tiempo necesario para conseguir sus fines. En fin, son tremendamente tenaces para conseguir sus objetivos sin importar el medio que usen. Son fríos y distantes y por mucho que te esfuerces en dárselo todo, jamás será suficiente y por supuesto, nunca recibirás nada a cambio, sólo “amor envenenado”.

Pueden mostrarse complacientes y atentos con otras mujeres del entorno o con antiguas parejas, pero nunca contigo, porque así sube su “cotización” frente a ti (es lo que Piñuel nombra como “triangular” la relación). Si comentas algo al respecto te harán ver que estás equivocada, que eres celosa, que ves fantasmas donde no los hay, socavando la confianza en ti misma. Sin darte cuenta sufrirás un proceso de disonancia cognitiva, un estado de confusión porque ves que hay cosas que no cuadran pero al mismo tiempo no puedes creer que “tu alma gemela” quiera hacerte daño y mucho menos, que no te haya querido nunca. Acabas convencida de que eres tú la que está equivocada.

Al cabo de un tiempo, serás más consciente de su mirada fría y distante, habrás podido constatar que es capaz de todo, incluso en el último extremo, de matarte a ti o a tus hijos, con tal de salirse con la suya, que es impasible ante tu sufrimiento y el miedo se instala en tu interior de forma permanente. Pero sigues callada…Cuando alguien es castigada de manera continuada y sin razón lógica se genera una indefensión psicológica que lleva a la paralización, la depresión y la sensación de abandono. Este estado de despersonalización y dependencia emocional alimentada de continuo genera un vínculo traumático, pudiendo padecer el síndrome de Estocolmo: cuanto más maltrato, más dependencia. Es frecuente que se dé una amnesia perversa, es decir, sólo se recuerdan los buenos momentos vividos con el maltratador, que a su vez refuerza el apego al psicópata. Ninguna víctima es masoquista, esta amnesia es un recurso de pura supervivencia, porque te sientes incapaz de salir de esa relación y necesitas seguir viviendo, especialmente si tienes hijos y dependes económicamente de él.

Es muy difícil salir de estas relaciones porque además, cuando son abandonados, intentan por todos los medios que vuelvas con ellos y lo consiguen con frecuencia, en muchos casos, hasta siete veces. Se presentan ante los demás como víctimas de sus víctimas y acabas siendo tú la responsable de su sufrimiento, intentando que todo el mundo se ponga en contra tuya, también tus hijas y tus hijos, que son víctimas de este proceso psicopático y sufren una destrucción personal tremenda e invisible, y tú estás tan destruida y anulada, que te sientes incapaz de afrontar la vida en estas condiciones. Pero no es imposible salir. Es muy importante que tu círculo más próximo crea en ti, que sepa que no eres culpable ni responsable de lo que has sufrido, que padeces un estrés postraumático muy fuerte y que te apoye con paciencia, comprensión, aceptación y mucho cariño. Tú no eres culpable.